martes, 4 de octubre de 2011

Pro: Los niños se acuchan contigo en la cama

Me acabo de quedar con una mini depre y una maxi envidia tras leer a la siempre admirada Mama Española en Alemania . Además de contar con un anecdotario digno del mejor guionista de Sitcom, la chica escribe que da gloria y cuenta las cosas de una manera tan personal que es casi como estar con ella y sus criaturas. En la entrada que dejo en el enlace, la mutti describe como sus tres churumbeles se acurrucan con ella en su cama para dormir junto a mamá. Es de esa clase de textos que a mi particularmente me aceleran la hormona y el reloj biológico. 

No puedo evitarlo, es que me encanta acuchar a los niños metidos en la camita. Es absolutamente maravilloso, delicioso, dulce y estupendo. Notar como se quedan dormiditos mientras les vas contando un cuento, o como te van haciendo preguntas absurdas en voz cada vez más baja y balbuceante, porque el sueño les vence... es sencillamente pluscuamperfecto. Dormir al lado de un niño (que también duerme, se entiende) es un momento de sosiego y de paz que para mi no tiene comparación con nada en esta vida. Es como estar en las nubes y entre angelitos. Creo que debía de ser la única persona del planeta Tierra que comprendía a Michael Jackson cuando decía que "dormir con niños es dulce y encantador", yo creía de verdad que lo decía desde el corazón el pobre hombre, aunque reconozco que con las pintas que se gastaba la frasecilla resultaba más inquietante que enternecedora. 

Además cuando está así dormiditos aúnan las virtudes del silencio y la quietud, que siempre es de agradecer. Es como dormirte al lado de una nube de algodón de azucar, blandita, olorosa y dulce. Me encanta ejercer de cuentacuentos nocturna para los niños de la familia y amigos, me suelo ofrecer en las reuniones o las cenas, lo que las madres normalmente aceptan a la primera y agradecen mucho. Cuando veo que al hijo o hija del anfitrión, se le empieza a caer el párpado a media asta, pregunto respetuosamente a la mamá: ¿Quieres que te lo acueste? Las mamás primerizas te contestan algo así como: No, deja mujer, no te molestes que ya me levanto yo y lo llevo a la cama. Les contestas que no es molestia y suelen aceptar, acompañando la respuesta con toda una serie de recomendaciones específicas aplicables a la criatura en cuestión. Las mamás de familia numerosa por el contrario te suelen mirar cuando te ofreces como si fueses la reencarnación de la Madre Teresa de Calcuta y como mucho te dicen: ¿No te importa? Mientras te ponen en brazos al nene o a la nena.

Por regla general, se que en el 99% de las ocasiones salgo ganando con el cambio de tertulianos. Me acurruco en la camita con ellos y les empiezo a contar un cuento, y me encanta cuando me interrumpen para pedirme más detalles o me mandan repetirles un pasaje que les ha gustado. Me rechiflan cuando están expectantes ante el desenlace de la historia, y lo que me resulta maravilloso hasta el infinito, es esas veces en las que se ponen ellos a contarte el cuento a tí. Me ha pasado alguna vez, y es una de las cosas más estupendas que tiene la vida. 

Aunque en una ocasión fue bastante bochornoso para una servidora, porque el niño (un querubín de dos años, rubito, gordito, mordisqueable y adorable) me contó su versión de Ratatouille y me dejó absolutamente frita. Desperté cuando advertí que me faltaba el calor de su cuerpecillo a mi lado, y me levanté a trompicones hasta llegar al salón, donde la madre, que ya lo tenía en brazos, con bastante cachondeo me espetó: Ya te lo decía yo, que este se duerme sólo conmigo. Quedé de bastante inutil, la verdad, y encima no fue ante mi familia, sino ante la de mi novio. Me cubrí de gloria.

Tengo que pensarme le tema con calma. Si te sale un trastillo que no se duerme ni a la de tres, puede ser un asunto bastante peliagudo, porque yo soy como una marmota, y si no duermo mis horas se me tuerce el carácter cosa mala. De momento, tengo media docena de almohadas de Ikea desperdigadas por toda la cama, que por lo menos, me hacen bulto.






2 comentarios:

  1. ¡Hola! Leyéndote hablar de quietud y sosiego, no puedo menos que sonreir, estoy escribiéndote desde una playa de Alicante, la temperatura es celestial (27 grados), y el color del mar, para embobarse. Me está empezando a entrar un ataque de beatitud, hasta los turistas alemanes me parecen tiernos a rabiar, arrugaditos bajo sus pelillos rubios... Hay familias con nenes también rubios paseando, y me acuerdo de mamá en alemania, y también me entra envidia, y me encantaría achuchar a un niño (rubio, moreno o pelirrojo). De momento, disfruto de la vida. Un saludo, bonita.

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  2. Me temo que efectivamente, padeces un ataque de beatitud si los turistas alemanes te parecen tiernos a rabiar. Puede que sea grave. No se, no quiero preocuparte, pero si acaso no dejes de estar al tanto.
    Qué envidia me das en la playa...

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